EL NARRADOR: LA CASA EMBRUJADA DE LA ZONA FASHION

La casa ubicada en la esquina noreste de Boulogne Sur Mer y Avenida Civit, de la menduca capital de Mendoza City, enclavada en la paqueta 5ta sección de la ciudad, pertenece al patrimonio cultural y edilicio de la provincia. Gracias a los buenos oficios de algunas influencias de peso, se salvó de la picota, y hoy luce restaurada, con sus jardines bien cuidados y sus misterios bien guardados entre sus pisos y paredes añosas.

La casona señorial perteneció a Don Angelino Arenas, un poderoso terrateniente de fines del siglo XIX. Cuenta la leyenda que Don Angelino no tuvo empacho en pactar con lucifer para obtener riquezas materiales. Es así que habría vendido su alma al maligno a muy buen precio, tanto así que compró media provincia. Aún hoy existen muchos campos que se hallan a nombre de su sucesión.

Don Angelino era expeditivo y hábil con el tema comercial. Y con ese espíritu asumió la “desgracia” de ser padre de diez hijas mujeres. Lejos de amilanarse por la afrenta que significaba en su época no tener descendientes varones, optó por buscar buenos partidos a sus princesas. Al decir de sus contemporáneos, Arenas era brutal y autoritario. Cuando entraba a la casona el pretendiente elegido, dicen que don Angelino lo plantaba frente a sus hijas y le decía: “bueno mijo, elegí, cuál hembra querés?”, como en una feria o como un pasaje de modelos de lupanar. Como sea, las “hembras” consolidaron poderosos matrimonios que extendieron y ampliaron los capitales de Don Angelino.

Los descendientes de estos matrimonios, afirman que sus antepasados les contaban en rueda de intimidades, que la casona era muy oscura, que sobre el piso flotaba una niebla azulada, y en las habitaciones solían verse serpientes enroscadas a las patas de las camas, o cruzando reptantes los pasillos que comunicaban a dichas habitaciones.

A medida que las hijas se fueron casando... Don Angelino se fue quedando solo con su mujer. Cuando los dos hubieron desaparecido, ningún heredero quiso hacerse cargo de la vieja y lúgubre casona. Y durante décadas, la mansión, esplendorosa y señorial, se fue marchitando en soledad, y los otrora bellos jardines, se transformaron en una selva enmarañada de yuyos y malezas....

Nadie quería comprar la casa maldita. Hasta que el sentido común le ganó a la superstición y el gobierno tomó cartas en el asunto, y declaró patrimonio cultural y edilicio a la endemoniada casa de Don Angelino, la restauró y la dejó a punto caramelo.

Hoy se la puede contemplar, pero por las dudas, no se permite visitarla. A ver si aparece alguna serpiente, o la niebla helada de los muertos nos envuelve y nos deja tiesos, o el fantasma desdentado y patético de Don Angelino, confunde a sus visitantes con pretendientes y les pide que se lleven la hembra que más les guste.

Alejandro Cruz